La mujer rota
Ella viene a verme,
temerosa se arrincona en una silla.
Habla bajo y no llora,
me cuenta que sus ojos están secos.
Lleva décadas padeciendo,
la ira, el enojo y el desprecio de su marido.
Sus manos temblorosas me muestran:
documentos, fotos y radiografías,
de su nariz rota, de su brazo roto,
de sus ojos en compota.
Veo que carga en el centro de su pecho
un dolor infinito.
Pero esta vez dijo: ¡Basta!
y llamó a la policía.
Ahora duda, se arrepiente de su denuncia,
me dice que lo quiere pensar
y se despide de mí prometiendo regresar.
Cargaba en el centro de su pecho
un dolor infinito.
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María Ester
Alonso Morales/ abogada - poeta