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Camogli, punto panorámico. |
Estacionamos el auto en el estacionamiento frente al cementerio de Camogli, era el único lugar disponible,
pese que era de mañana temprano estaba ya todo ocupado. Cruzamos en frente y subimos por la angosta acera,
íbamos pegados al muro del cementerio, atravesaños el portal, estaba abierto y eché un vistazo
de reojo, siempre me causaron curiosidad estos sitios, desde niña. Justo al lado de este campo santo, se encuentra un
punto panorámico, con bancas de madera, desde lo alto se aprecia los cerros
manchados con sus casitas, el horizonte abierto del mar, el faro, el muelle con
las barcazas de los pescadores que reposan, los ferris con turistas que van y
vienen.
Me llamó la atención ver allí
a una mujer solitaria, sentada en una banca, tenía el pelo corto y blanco, cutis un poco bronceado, con
las marcas de la edad, tendría entre setenta y pico a ochenta años, quizás.
Llevaba un saco tejido sobre los hombros, falda hasta la rodilla, zapatos de
abuela. Ella estaba serena, con la mirada fija en el horizonte, ni nos hizo
caso cuando pasamos con los chicos por su lado.
Al atardecer, volvimos a este sitio, subimos los peldaños
agotados de pasar el día en la playa, al llegar al punto panorámico, allí estaba todavía la dama solitaria mirando el horizonte, parecía que no se había movido
del lugar, ella quieta, la misma expresión en su rostro.
Pensé en ella durante todo el camino de
regreso a St. Margherita, mientras zigzagueábamos por los cerros. ¿A quién
estará esperando?, ¿o será que ya no espera a nadie, sólo se queda allí mirando
pasar el tiempo y esperando el ocaso del sol en el mar?, ¿será que cuando uno ya se hace
mayor y no tiene más de qué ocuparse o a quién atender lo único que nos queda
es el ir y venir de los recuerdos?
¿Hasta dónde llegarán
sus recuerdos? ¿Recordará alguna escena de su infancia o el chico aquel de quien
se enamoró por primera vez, tal vez recordará su primer beso o su primer
desengaño? ¿O vendrá a su mente la mañana en que contrajo matrimonio o en que
nació su hija mayor? ¿O tal vez recuerde las sonrisas y juegos de sus hijos, la boda
de su hija mayor o el momento en que tuvo el honor de sostener en sus brazos a su primer nieto? ¿O serán las despedidas que ocupen su tiempo? Las despedidas de sus amores o de
sus mayores, de su gente, uno a uno ¿A quiénes habrá visitado en sus
sepulturas?
Yo espero que antes de que mi pelo se vuelva
blanco, como los de esta dama, acumular suficientes recuerdos que me alumbren y
me abriguen en las tardes, que me dibujen una sonrisa o me suelten lágrimas o
simplemente me quede así serena, tranquila conmigo misma y con todo lo vivido,
como esta dama de Camogli, que pasa el día mirando al horizonte, sentada en una
banca, esperando el ocaso del sol en el mar.