Sonntag, 4. Mai 2014

La dolce vita

Camogli. Foto: EW
Salimos en coche el sábado a las siete de la tarde, travesamos en la noche de norte a sur toda Alemania, pasamos por Austria, cruzamos los Alpes en Suiza de madrugada con una fuerte lluvia, pasamos los tres grandes lagos Maggiore, Commo y Lugano y arribamos a Milano a las 7 de la mañana, luego bajamos por la autovía en dirección a Génova y de ahí Liguria, finalmente antes del mediodía llegamos a la St. Margherita de Luguri.
La Riviera del Levante: Portofino, Camogli, St. Marguerita, Rapallo, Recco, el Mar de Liguria en todo su esplendor y la brisa del mar. Es primavera, el clima agradablemente cálido, todo florecido, casas antiguas pintadas de terracota, bahías con barcazas de pescadores, por momentos parece que uno está en los decorados de una película italiana de los años sesenta.
Los italianos sí que saben disfrutar la vida, la mejor pizza del mundo en horno de leña, el Chianti más delicioso de la Toscana, el fresco vino blanco de Cinqueterre, los helados que son un verdadero pecado, el espresso lungo manchiatto que se puede tomar a toda hora. Es la vida que se disfruta en cada sorbo, en cada bocado.
Creo que Jacinto mi padre si me viera me acusaría de tener el alma de una pequeña burguesa. Él pobre no podía darse el lujo de disfrutar un sándwich de jamón crudo sabiendo que había gente que pasaba hambre.  Pero yo al cabo de los años, mientras esté viva, disfruto por él, por todos y me quedo con la frase de Roberto, su ex compañero que lo resumió de esta manera: “Por qué ser un pequebús si se puede ser un gran burgués”.

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